Cuando prácticamente me iniciaba en lo de dar patadas a un balón desarrollé una fuerte obsesión hacia ‘la ruleta’, aquel brillante movimiento del que Zidane hizo un arte. Lo intenté y lo intenté hasta que conseguí que me saliese con cierta fluidez, cuando se lo enseñé a mi padre me dijo algo parecido a esto: «Es muy difícil hacer eso en un partido, Pablo. Normalmente no sirve para nada».
Años más tarde me convencí a mi mismo de que podría dar asistencias elevando sutilmente el balón por encima de la cabeza de los defensas. Probaba suerte casi cada fin de semana y siempre recibía el mismo consejo de mi padre al llegar a casa: «No hay espacio para hacer ese pase, Pablo. Así la vas a perder siempre». Yo asentía, tenía sentido lo que decía mi padre, así que intentaba interiorizar sus palabras para poder seguir su consejo en futuros partidos.
Una vez ya estaba totalmente convencido de que lo que marcaba mi padre era el camino a seguir encendíamos la tele, ahí era donde su discurso se derrumbaba. Özil decidía llevarle la contraria a mi padre y demostrar que no hay pase imposible, y claro, yo miraba alucinado la tele y todos los esfuerzos de mi padre por educarme en un fútbol más pragmático desaparecían.
No os voy a mentir, Iniesta, Borja Valero, Isco, el ya nombrado Özil, Cazorla, Messi o Xavi me fascinaban. El patrón es claro: jugadores capaces de regatear donde no hay espacio, de ver pases que yo no veía ni en las repeticiones o de dibujar trayectorias con el balón que ni Oliver Atom sería capaz. Veía fútbol para verlos a ellos y jugaba para imitarlos.
Claro, yo nunca fui un superdotado con el balón en los pies, ni mucho menos. Con lo cual mis intententos se quedaban en eso, solo en intentos. Aún así ellos seguían siendo el motor que hacía funcionar la fabrica de mi ilusión.
¿A donde quiero llegar yo con este cuento de futbolista frustrado? A que quizás el fútbol esté evolucionando hacia unos modelos de juego donde ese ‘mago’ ya no sea necesario para ganar. Aún así, el fútbol necesita de esos magos.
La Rae define la magia como : «Arte o ciencia oculta con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales.»
Para mi el fútbol en sí es un lenguaje y una palabra que no debe faltar en el diccionario del fútbol es ‘magia’ . En ese diccionario el ‘mago’ es sinónimo de libertad, de rebeldía, de creatividad. Para mi, no hay nada más libre, rebelde y creativo que un niño.
Ellos y ellas, los futuros futbolistas, necesitan del ejemplo de esas grandes estrellas, de los ‘distintos’. Necesitan que cuando les digan «Eso no se puede hacer» alguien por la tele les demuestre que no hay nada imposible.
El fútbol necesitará siempre a los ‘distintos’ porque la ilusión que generan hacen que la pelota nunca pare de rodar. Porque generan sonrisas, admiración y miradas atónitas. Despiertan sentimientos, de eso son capaces los ‘magos’. Sin ellos habrá fútbol, pero no será lo mismo
Pablo Garcés Guinda
Twitter: @_pablogg_